Tú, yo y otras 16 millones de personas podríamos producir la mitad de la demanda de electricidad de España con renovables
Pasará a la historia (y no dentro de mucho) el momento en que los ciudadanos sólo nos contactábamos conscientemente con el mundo de la energía cuando pagábamos las facturas de la luz y del gas. Una relación que nos obliga aún hoy en día a la mayoría a asumir una posición de consumidores pasivos sin poder de decisión sobre qué energía queremos consumir, producir, financiar con nuestro dinero privado o incluso con el público.
Esto tiene unas consecuencias tremendas en nuestras vidas diarias. La primera es que el suministro de energía a la antigua (mucha generación “fija”, centralizada y basada en combustibles fósiles y nuclear) está poniendo en serio riesgo nuestro principal derecho, el de la salud. Tan sólo
las centrales de carbón españolas están llevando a la muerte prematura a 1.530 personas cada año.
La única manera de mantener este sin sentido es que la mayoría de la población siga convencida de que no tenemos otra alternativa. Malo, pero necesario.
Lo bueno es que sí hay personas que están rompiendo esa dinámica. Personas que en sus hogares o en edificios de la administración, escuelas, hospitales así como en pequeñas pymes producen electricidad con energías renovables o que gestionan su propia demanda de electricidad de forma flexible, tanto de forma individual como colectiva o participan en proyectos colectivos de parques eólicos o de huertas solares.
Hoy somos unos pocos, pero hace pocos meses en Greenpeace nos preguntamos ¿cuántos podríamos ser? La
respuesta que nos dio la consultora CE Delft fue abrumadora: una de cada dos personas en Europa y una de cada tres en España en menos de 35 años. ¡Más de 16 millones de personas solo en España! Es decir que
en 2050 podría ser tan común participar activamente en el sector energético como hoy tener una cuenta activa en las redes sociales.
Estas más de 16 millones de personas podríamos producir, gracias a las energías renovables, hasta la mitad de la demanda de electricidad española.
No hay necesidad por lo tanto de aguantar un sistema eléctrico que sólo nos quiere para pagarle las facturas. Y aquí está la clave: puede que gran océano de la energía del futuro sea cada vez menos parecido a los tiburones (poderosos, grandes y pocos) y más como una magnífica barrera coralina donde millones de individuos en cooperación van construyendo unas de las formaciones naturales más impresionantes del planeta.
Justo como los ciudadanos energéticos, los arrecifes de coral, que están entre los ecosistemas más ricos y biodiversos de la tierra, florecen a pesar de encontrarse rodeados por aguas oceánicas tropicales que apenas proporcionan nutrientes. Al fin y al cabo así es participar hoy activamente en un mercado aún pensado para pocos pero que por fuerza tendrá que abrirse, proteger, apoyar y promocionar la obtención de energía renovable por parte de millones de personas.
Un auténtico desperdicio ya que los proyectos de energía colaborativa activan de forma intensa la economía de pequeña escala y local y el empleo.
Un poco como hacen los arrecifes de coral que, aún cubriendo menos del 0.1% de la superficie de los océanos del mundo, sustentan a más de una cuarta parte de todas las especies marinas.
Es tiempo de abrir la transición energética a la ciudadanía no sólo porque puede aportar inversión, empuje, gestión de la demanda y una inundación de nuevos kilovatios renovables y distribuidos. También porque la energía es posiblemente una de las nuevas fronteras de la democracia de nuestros tiempos. Para cruzarla está todo listo, lo único que hace falta es que las reglas del juego dejen de estar diseñadas sólo para tiburones.
Sara Pizzinato ()
Responsable de la campaña de energías renovables
Greenpeace España